Solo pensar que éstos verdaderos verdugos son los que atormentan a nuestros pichichus que solo atinan a rascarse endemoniádamente me produce un sentimiento de solidaridad que acaba de despertárseme. De inmediato corro a comprar un pulguicida que alivie y destierre su mal. Seguro que me lo va a agradecer. Pero por ahora, conozcamos de cerca a nuestro enemigo: la pulga canina.
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